Tarde de letras
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me hará falta. Aquí te la dejo con mucho cariño, guárdala y
aprende a hacerla tuya.
Un beso a mis niñas.
Ramona»
Aquella misma tarde fui a casa de Ramona, intentando encon-
trar algo que demostrara que aquella carta no era cierta. Nada
quedaba ya de aquella vieja maestra y sus recuerdos, sólo unos
papeles rotos que algún día fueron libros y que empujados por el
viento, deambulaban por la casa como huérfanos perdidos y allí,
abrazada por la soledad más cruel, recogí una a una aquellas pá-
ginas que fueron ella y supe que allí estaría siempre, asomada en
cada libro que cayera en mis manos, escondida tras las letras que
con paciencia me enseñó a leer, escondida tras las líneas que con
cariño me enseñó a querer.
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