III Premi 2007
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Conta’m, dona
ilustre notario de una capital de provincias tenía que respetar a
sus amistades y todas las conveniencias sociales. Ese sentimiento
que había venido a interponerse en mi vida, sin la menor sombra
de vergüenza, esa sensación que hacía circular ardiente la sangre
por mis venas, no podía confesarse. Pedía a Dios que aquello no
fuese real.
En los días de lluvia, el campo asumía un tono sombrío y opaco.
Sin Nicole, todo me parecía húmedo y triste, melancólico, y la
languidez y apatía ocupaban todos los rincones empolvados de
recuerdos. Me ahogaba entre aquellas paredes.
Pero las elecciones generales le dieron un amplio triunfo a De
Gaulle y Nicole regresó de París. Pasamos ese verano juntas.
Compramos una Vespa, la costa de Andalucía fue la protagonista
de nuestras escapadas. Comenzamos el recorrido por Almería.
En La Garrucha, nos levantábamos temprano para contemplar la
estampa de la llegada de los barcos de alta mar tras una noche
entera de faena. Ya en Cádiz, disfrutamos de las ventosas playas
de Tarifa. El viento zarandeaba el vestido de Nicole como si fuera
a arrancárselo. Estaba tan cerca que notaba sus pechos bajo el
vestido, como si los estuviese tocando y en mi fuero interno se
encendía un fuego impaciente. Me encontraba perdida y dichosa
y sentía que en aquel momento era mía, que la una sin la otra no
podíamos vivir. Aveces pensaba en la probabilidad de que Nicole
sintiera algo parecido. De la turbación me ponía roja hasta las
orejas. Me recogía en mí misma como un caracol que encierra en
su cáscara un último secreto. Y seguía callando.
En el pueblo comenzaron a correr rumores, pero de todo lo que se
decía no había ni una sola palabra de verdad.
Las primeras consecuencias de las sesiones de quimioterapia
nos pillaron por sorpresa. Y a continuación vino la etapa de
decadencia física: las convulsiones, los temblores, los vómitos.
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