I Premi 2009
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Conta’m, dona
Tras el ataque me retiro al cuarto de baño llevándome al gato a
rastras. Transcurrida media hora el panorama desolado me hinche
de satisfacción: la incursión ha culminado con un triunfo cat-
egórico. Ya nada enturbia mi aire. Nada que vuele; se entiende.
Augurios.
Esta noche he vuelto a soñar cosas raras. Al gato se le caía un col-
millo, y como agasajo, el Ratoncito Pérez depositaba junto a su
cuenco del agua una polilla de peluche soberbia. Pese a ello me
he levantado de la cama con cierta sensación de gozo; no sé, un
júbilo emocional –tranquilo, sin aspavientos–, que posiblemente
no se corresponda con ninguna conjunción especial de los astros.
El verano se impone y atraviesa, arrogante, los cristales de la co-
cina mientras devoro el almuerzo. Dos tostadas grandes pringadas
hasta la saturación de mantequilla. ¿Por qué las mujeres hemos
de supeditar perpetuamente el placer a la talla de cintura? Sobre
ese particular, hace tiempo que escribí mi propio lema, personal
e intransferible: el que desee abrazarse a una figura chupada de
carne, que le pida relaciones al esqueleto de otra. Yo, por el mo-
mento, vivo, digiero y respiro.
Cianuro, en contraposición, anda un poco cabizbajo esta mañana;
me parece que se aburre. Se ve que está resentido conmigo por
haber tirado sus aladas golosinas al váter, sin apiadarme de sus
patentes bufidos. Para congraciarme con mi apreciadísimo amigo
le he traído del kiosko una pelota de goma que bota un montón,
pero como se empeña en demostrar enfáticamente su enojo no ha
mirado para el juguete siquiera.