II Premi 2007
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Conta’m, dona
brillantes que me hicieron recordar al príncipe de
Shrek
2, con
un sobrepeso que si no controlan ahora no sabrán qué hacer con
él cuando comience la pubertad, mi pobre sobrina, digo, abrió
ilusionada el paquete que contenía una muñeca que era la réplica
de ella misma.
–Y si le das al botoncito de la espalda, habla –le dije bajo el
sombrero de paja que ya estaba provocándome los picores
propios de una dermatitis que me obligaría a llevar un pa-
ñuelo estilo corsario durante varios días.
Y mi sobrina le dio al botoncito, claro.
La supuesta oración católica que me había asegurado el señor
Limón decía algo así como «
Padre Dios, Padre Dios, que yo sólo
quiero amar a papá y a mamá, siempre más y más. Ellos oyen mi
cantar y se ponen a reír. Padre Dios, Padre Dios, gracias por los
dos
.»
Al escuchar la grabación todos los invitados se acercaron con
la curiosidad en sus pasos y en sus cuerpos engalanados para la
ocasión.
Mi sobrina sonreía. Le había gustado la muñeca, no había duda.
Y volvió a darle al botoncito.
La voz que salió nuevamente de la muñeca, y a causa del agota-
miento energético de la pila usada, no era la de la niña de antes,
sino la de una mujer. Una mujer en estado de embriaguez que
cuando llegaba a lo de «
ellos oyen mi cantar y se ponen a reír
»
me recordó a la niña del exorcista, tan próxima como estaba a una
voz poseída por espíritus malignos.
Y eso fue lo que soltó mi sobrina:
–Está poseída, tiíta–, y apretó de nuevo el botón, provocando que
la voz de ultratumba fuera más pastosa cuanta menos energía
tenía la pila: «
Paaa-dre Diosss, Paaa-dre Diosss, graaa-ciasss