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FUNDACIÓN CASER
oferta terapéutica que le procure un beneficio para su salud. Estaría configurado por las ac-
tuaciones de todos los profesionales que se desempeñan en el ámbito sanitario, articulan-
do una red sinérgica que debe reforzar e integrar la actividad individual. La gestión de este
ámbito debe ser profesional, no siempre el mejor sanitario es el mejor gestor. Se espera que
la profesionalización de la gestión sanitaria sea previa, no a posteriori. El gestor, además de
excelente comunicador e intermediador con el profesional, es preciso que posea una exce-
lente formación en conocimientos organizativos profesionales. Se espera que sea un buen
técnico en gestión, no en habilidades políticas, si acaso un óptimo “poli-técnico”. Dirigir una
de las organizaciones más complejas, para algunos la más compleja, requiere una serie de
cualidades, aptitudes y actitudes esenciales para el servicio sanitario. El Programa de Gestión
de cada nivel requiere que cada responsable elabore un documento público, conocido por
todos, en donde se incluya su propuesta ejecutiva que esté en consonancia con los niveles
estratégicos y sea aprobada por el equipo directivo. Se trata por tanto de que cada respon-
sable en todos los niveles de la organización publique su propuesta organizativa actualizable
periódicamente.
• NIVEL CLÍNICO: integra el “core” de la atención sanitaria y concierne a la relación paciente
- profesional. uno de los modelos que puede establecer el método preciso de una verdadera
humanización de esta relación, es toda una disciplina en comunicación y desarrollada en el
Manual de Entrevista Clínica de borrel. Este ámbito nuclear de la atención por parte de cual-
quier profesional constituye el momento de la verdad sanitaria, en donde el paciente debe
percibir con claridad la relación de ayuda que distingue al profesional de la salud. El conte-
nido esencial en este nivel es el Consentimiento informado, como concepto ético y jurídico
que materializa, en la práctica, los derechos humanos de los pacientes, y por tanto procura
una esencial, veraz y respetuosa humanización de la asistencia. No parece que este aspecto
nuclear se haya desarrollado de una forma adecuada, tampoco se ha adaptado a la actividad
asistencial, ni siquiera se ha adoptado como lo que es, un concepto ético, de respeto, de es-
cucha, de información, un espacio de principios éticos y de correspondientes valores que en
definitiva, a su vez deben “abrazar” los valores del paciente, poniendo en un segundo plano
los valores del profesional, sin que en la diferencia colisionen o entren en conflicto dialógico.
Esto es un proceso de comunicación, progresivo, paulatino, prudente , es un espacio con
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un objetivo de simetría, con un propósito de comprensión, no de confusión, para generar
confianza, no desconfianza, para acercar y no alejar, para iluminar, no para deslumbrar. Es el
verdadero camino para humanizar siendo humanistas. Sin embargo, es un hecho que este
proceso importante, relevante y significativo en un plano humanista, se ha transformado en
un procedimiento, en un trámite, en un falso elemento exonerativo o de ficticia protección
legal. Más grave es, incluso, que genere desconfianza y conflictos que complican la relación
clínica. Es una paradoja que adornemos un programa de humanización con actividades peri-
féricas, sin que abordemos con rigor este nivel que representa y debe distinguir las obligacio-
7 Prudencia, entendida como En la Ética a Nicómaco, de Aristóteles, la frónesis (del griego: Φpovη׆ς, phronēsis) es la virtud del
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