Diecisiete
peldaños
Concha
Fernández González
I Premi 2011
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Conta’m, dona
I Premi 2011
La escalera es muy alta. No quiero subir. Tengo
miedo. Es dura. Hay muchas aristas. Muchas. In-
finitas. Y es gris. No me gusta el color gris. A mi
gato Rosco lo mató un perro gris. Y cuando en el
verano el cielo se cubría de gris anunciaba tormen-
ta. Los truenos me asustan. Siempre. Incluso ahora.
Me escondía. Debajo de la cama. En un armario.
Y los peldaños mojados de la escalera brillaban.
Llamaban más la atención. No, no quiero subir la
escalera. Aunque usted me obligue. Si me obliga no
volveré. No sonría. No volveré.
Las líneas quebradas me horrorizan. Adoro las rec-
tas. Siempre sabes a dónde te llevan. No tienes más
que seguirlas para comprobar que tu camino es una
llanura inmensa. Las quebradas suben y suben y no
paran, y nunca sabes qué te vas a encontrar al final
de ellas... No, las escaleras de mano son otra cosa.
Esas se apoyan en los árboles para subirse en ve-
rano y coger cerezas. No, las que no quiero subir
son las de piedra. Macizas. Frías. Cómplices. ¿Qué
por qué he dicho cómplices? No lo sé. Me ha sa-
lido. Ya, ya sé que usted piensa que he querido decir
algo, pues se equivoca. No vuelva con el tema de la
escalera. Hablemos de otra cosa. ¿Le cuento algo de
mi hermano? No, no estoy en ningún peldaño con-
creto. No he empezado a subirla, ni lo voy a hacer.
¿Por qué se empeña en seguir con este tema? No me