Diecisiete peldaños
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gusta. Había dos cabezas de algún animal en la parte de abajo del
pasamanos. No recuerdo qué animal era. A lo mejor me asustaba.
Sí, eso es. Creo que me asustaba el animal del pasamanos. Ya
está, ¿ve?, eso es todo. ¿Qué cuándo cogíamos las cerezas? Cu-
ando nos apetecía. En verano, a la hora de la siesta. Mis primos,
mi hermano y yo. No sé qué edad tenía. Quizá seis, siete años.
Luego no volvimos. No sé por qué. Algo de un enfado familiar.
La escalera que apoyábamos en el árbol era de madera. Estaba
tibia cuando la tocábamos. Se la robábamos al jardinero. Aquella
no me asustaba. Subíamos a las ramas y comíamos muchas cere-
zas allí sentados. No nos dejaban. Decían que nos íbamos a poner
enfermos, pero nosotros las comíamos. Muchas, rojas, redondas,
brillantes. Sí, tan brillantes como la escalera de piedra cuando
llovía. No siempre subía sola la escalera de piedra. No, no me caí
por ella ninguna vez. Le digo que eran los animales de piedra los
que me asustaban. No, no recuerdo haber tropezado ni haberme
hecho daño. Estaba siempre fría. Incluso en verano. No la daba el
sol. Yo siempre la encontré fría. Y los escalones eran muy altos.
Me parece que me costaba subirlos. Sí, me costaba. Se podía en-
trar a la casa por la parte de atrás. Cuando empezó a asustarme la
escalera yo lo hacía siempre. Se entraba directamente a la cocina
y allí estaba Marta con su delantal oliendo a harina. Marta era la
cocinera. La cocina tenía azulejos blancos y un fogón de leña y
carbón que los ponía negros. Marta me pellizcaba en la mejilla y
me llamaba siempre ardilla. Sí, había unas escaleras dentro de la
casa. Tenía tres pisos la casa. No, esas no me importaba subirlas.
No tenían animales en el pasamanos. Eran de madera. La casa era
de mis abuelos. Sólo vivían ellos y Marta, y el jardinero y dos cri-
adas que eran distintas cada verano que íbamos mis tres primos,
mi hermano y yo. Nos quedábamos allí solos con mis abuelos.
Lo pasábamos tan bien. Mis abuelos eran estupendos, los quería-
mos mucho. ¿El jardinero?, no me acuerdo mucho de él. Era muy
mayor y andaba con pasitos cortos. Llevaba un sombrero de paja