III Premi 2010
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Conta’m, dona
el pensamiento de Teresa volaba y abrazaba cada palabra de su
amiga, cada color del dibujo, que representaba a las dos niñas
paseando, de la mano, por un campo lleno de flores. Ajena a las
prisas adultas y a las conductas impuestas, se acercó a Aminah,
la besó en los labios y le preguntó “¿Ahora somos novias?”. Pero
ella la miró perpleja. “No podemos” dijo “Somos dos chicas. Mi
novio tiene que ser un chico. Además, me gusta Joan”. La inocen-
cia de Teresa se deshizo en pedazos al chocar contra el suelo. La
voz de su amiga le pareció el paradigma del desprecio y se con-
virtió en un nudo en el estómago que la acompañó hasta ver a su
madre, con su mascota, un perrito de tres kilos capaz de devolver
la ilusión al más triste de los niños. Cinco minutos dura el desen-
gaño amoroso de los ocho años. Aquella tarde, Aminah fue a la
playa con sus padres. Se quitó los pantalones y las sandalias y se
acercó corriendo a la orilla del mar. Le gustaba dar patadas al
agua y mirar emocionada las gotas que se dispersaban por el aire.
A veces se imaginaba a sí misma de mayor, en esa misma playa,
jugando con las olas. Le asustaba el futuro pero se adueñaría de
él, no iba a dejar que él la empujara en la dirección que otros de-
cidieran, era la única convicción moral que tenía y deseaba tener.
Pero a veces sentía, alienada, que sus deseos no eran suyos, ni
eran deseos impuestos, sino asumidos, sin coacciones, sin vio-
lencia, inconscientemente... Sin embargo, no entendía esta sen-
sación y prefería olvidarla y distraerse, y dibujar a Teresa, ro-
deada de flores.
Octubre.
Los árboles lloran hojas, pero el calor aún se resiste a marcharse.
Neus camina un día más hacia el colegio de su hija. Un albañil
la piropea desde el andamio. Ella no puede disimular su sonrisa,
pero se muestra ofendida. A la entrada del colegio, el alboroto