Paradojas cotidianas
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diario. Niños, padres, abuelos, profesores, coches... Un par de
saludos superficiales a desgana. Neus busca con la mirada a su
hija tras las rejas del patio del colegio, la encuentra y espera a
que salga. Se mira las piernas. ¿Eso es una variz? Algunos pelos
desobedientes siguen ahí, justo bajo la rodilla. Sin duda, está más
gorda. Debería hacer ejercicio. Suspira y se entristece. Sus aspira-
ciones son cada vez más modestas.
Sus pensamientos, triviales. Sus años se escapan y ella sigue sin
salir de su pueblo. Con un buen
sueldo, una familia... siente el yugo social en su espalda. Ella,
como la amiga de su hija, también
quería ser futbolista.
Hola!
Una voz femenina, como el chasquido de unos dedos, la obliga
a girarse. Teresa y Aminah caminan juntas, comentando un capí-
tulo de la serie de los martes. Pasean por el patio del colegio. Se
dirigen hacia la salida, se detienen en la fuente. Al salir ven a sus
madres. Están juntas, discutiendo. Venga,
mujer. No seas tonta, ¿cómo puedes consentir tanto machismo?
¿Cómo permites que ese tío te domine así? Hazte de valer, de-
muéstrale que puedes hacer lo que quieres y vestir como te dé la
gana. Las dos niñas se miran. La eterna discusión.
Pero, Neus, es que yo soy así, me comporto como creo que debo.
Quiero vivir así y vestirme así.
¿Que tú quieres? ¿Con el calor que hace? No, no quieres, lo que
pasa es que tienes miedo, no te
atreves a pronunciarte, no te adaptas porque él tiene la mentali-
dad de ese país de retrógrados y te tiene en un puño. Pero aquí
tienes libertad, la libertad que las mujeres que has dejado atrás no
tienen. ¡No la desperdicies! Mamá.
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