I Premi 2010
149
Conta’m, dona
tirado por el lado contrario. ¡Eh, cariño!.
-¡Oh, mamá!, he perdido el paraguas.
-No, tesoro, lo tengo yo, ¿ves?, aquí está. Venga, vamos para casa
que ya es muy tarde. Recuerda que antes de ir a la cama aún
hemos de tomarnos un zumo de piña en vaso grande, para que se
te quiten las ganas de esta tarde.
Vamos hacia allá, el guardia me ha dicho que siempre hay taxis
esperando. Así, bien fuerte, no te sueltes de mi mano.
Pero el amor venía cargado de energía para pelear conmigo, como
si estuviera acostumbrado a que le recibieran así muy a menudo.
Dio un salto y manchó las baldosas un poco más. Ya no tenía re-
medio. A punto estuve con mi escrúpulo de empezar a gritar. De
rabia. De impotencia. De todo junto y por nada en particular. Pero
cogí una cucharilla y el chocolate. Bocado iba, bocado venía, in-
tentaba digerir lo del amor, el susto y lo que debía hacer a con-
tinuación. Y Machín que callaba para darle paso a BriamAdams.
-No me había ido nunca –se atrevió a decir con todo su
descaro.
Escuchar aquello, tan firme, tan categórico, me hizo levantar la
cabeza del helado y mirarle. El amor se había vestido para la
ocasión. Esmoquin negro, camisa blanca con gemelos de oro en
los puños y corbata de seda roja. Me pareció guapo pero no se
lo dije. No debería estar en mi sillón vigilando mis ataques de
ansiedad, mis miserias. “Lo que faltaba” –pensé. Que venga a
darme clases sobre lo que había o no dejado de hacer. Hasta allí
podíamos llegar.