I Premi 2010
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Conta’m, dona
de decirle: “Largo, fuera de casa echando rayos” cuándo lo vi
partirse de risa.
-Disculpa ¿eh? Es que todas decís lo mismo. No, que yo no
te quiero en casa. No te necesito. Y resulta que estás colada
hasta los huesos. Ya te digo. No me puedo ir hasta terminar
el trabajo.
Miré el reloj. Lo único que podía salvarme era dormir. Si él quería
quedarse, por mí, que se acomodara en el sillón. Bufé cuándo le
di la espalda, esperando que por la mañana se confirmaran mis
sospechas, que me había pasado la tarde delirando y allí no había
ni amor ni nada que se le pareciese.