Las heridas duelen o deja cicatriz
162
habían descubierto su verdadera identidad, enfrentándose a la ad-
versidad.
Por un segundo no me siento sola. Cierro los ojos y puedo recor-
dar las caras de todas las mujeres que de mi mismo modo han
luchado por esta enfermedad, sintiéndome orgullosa por ser quien
soy. Abro los ojos, encontrándome cara a cara con dos grandes
cicatrices aún rojizas, que ocupan el lugar de mi pecho izquierdo.
Una lágrima cae por mi rostro, pero esta vez no es de pena sino de
esperanza. Es la palabra que no logro mencionar, es mi recuerdo
y honra a aquellas mujeres que lucharon con valentía y perdieron
sus vidas, es el ejemplo de una superviviente.
Resuena una canción en mi mente, “las heridas duelen o dejan
cicatriz” y sonrío de forma cómplice encontrando de nuevo ese
placer de identificación.
Posiblemente muchos me vean como una foto mal revelada, de-
teriorada, defectuosa, algunos encuentren que le falta luz. Puede
que otros discrepen de la calidad del papel, pero mi encuadre es
perfecto, la película sigue intacta, y por ahora vuelve a estar sana,
ofreciendo la posibilidad de seguir rebelando una y otra vez hasta
conseguir la adecuada combinación de colores.
En estos últimos meses, mi vida se ha fotografiado en picado, con
la óptica mal enfocada, y sin conectar el flash, pero comienzo a
renacer. Ahora puedo ver planos americanos, primeros planos, y
contrapicados, los filtros del flash y las lentes de la óptica vuelven
a estar en perfecto estado y siento la esperanza de poder hacer
retoques con el photoshop.
Siento que ha nacido una nueva yo mucho mas fuerte. Mas allá
de mi aspecto externo se encuentra una fuerza descomunal capaz